La comunidad era antes un botadero de basura, totalmente enmontado. Según los lugareños, allí desamblaban vehículos hurtados para ser vendidos por piezas.
A un extremo de la ruta Troncal del Caribe, camino a Paraguachón, está ubicado a mano derecha, casi a la periferia de Maicao, queda a pocos metros del centro de atención integral de Acnur, cualquiera desde un vehículo o a pie desde la altura de la carretera puede observar diminutos ranchitos de láminas de zinc, madera o cartón, distribuidos en lotes.
La bandera de Colombia ondea en algunas de las casitas. Los atardeceres allí se tornan color naranja, se escucha la algarabía de niños jugando a la pelota en sus calles polvorientas, una joven madre vende empanadas desde el portón de su casa, mientras un vecino barre su frente. Se percibe un ambiente laborioso,.
Se trata de La Bendición de Dios, un asentamiento de migrantes venezolanos y colombianos retornados provenientes de Venezuela, cuya historia cala como ejemplo de superación e integración.
Su fundación, un hecho reciente
Sus habitantes precisan que su fundación de La Bendición de Dios ocurrió el 19 de noviembre del año 2017, y en contraste con su nombre, sus habitantes les tocó lidiar con una serie de precariedades en sus inicios.
José Jaime Canache, un hombre de contextura delgada y tez morena, es el líder de las 186 familias asentadas en ese sector, con marcado acento caraqueño narra que había llegado en el año 2017 procedente de Caracas, la crisis en el vecino país lo obligó a migrar cuando ya no quedaba nada delconfort en años anteriores de la Venezuela petrolera.
Recuerda que llegó de manera fortuita a un pequeño rancho que le prestaron donde poder instalarse, como pudo se acomodó con los suyos, además de otras tres familias a quienes albergó, también migrantes venezolanos, “allí habitábamos unas 20 personas y nos acomodábamos como podíamos, tanto nosotros como los niños teníamos que hacer nuestras necesidades en el monte al no contar con baños ni pozos sépticos, tomábamos agua salada que nos enfermaba del estómago con amibiasis, abundaba la sarna, la escabiosis, y el suelo contaminado de garrapatas”.
Era la misma suerte para todos los habitantes de la comunidad, que para entonces sumaban unas 60 familias atrapadas en medio de necesidades y en completa vulnerabilidad.
Se organiza la comunidad
Tras los padecimientos y el abandono en que se encontraban, Canache decide entonces trabajar en función de La Bendición de Dios, y a mediados de febrero del 2019 aparece una primera organización de las agencias de cooperación, Save The Children, que inicia un proceso de apoyo en organizar la comunidad.
“Desde que se fundó, no habíamos tenido ningún tipo de ayuda, y los primeros en aparecer y ayudar a organizar la comunidad es Save The Children, en febrero del año pasado, nos empezaron a apoyar con agua potable apta para el consumo humano, nos donaron dos tanques de gran capacidad y con camiones cisternas nos suministraban 10 mil litros de agua diario hasta actubre, y luego aumentan la capacidad a 15 mil litros diarios para esta comunidad hasta el día de hoy”.
Al detectar el problema de la escolaridad de los niños que a falta de documentación regular, que no les permitía acceder a un cupo escolar, refiere que en mayo del 2019 llegó la organización Aldeas Infantiles para atender la situación.
"A los niños no los aceptaban en las escuelas porque no tenían ningún tipo de documentación ni permiso, y fue cuando llegó Aldeas Infantiles a implementar un sistema educativo para nuestros niños, e igualmente en mayo también vinieron Acnur y Unicef,, que nos ayudaron a construir un baño para cada familia, para que la gente no tuviera que ir al monte para hacer sus necesidades”.
La Cruz Roja también ha hecho su aporte, caracterizando a la comunidad para la entrega mercados y otras ayudas humanitarias, explica Canache, también la alcaldía de Maicao, a través de la unidad de riesgos, se ha sumado a la labor de ayudarlos, “precisamente hoy le entregaron unas bolsas de comida a cada familia de la comunidad, hicimos la solicitud de ayuda, entregamos unas planillas y ya hoy nos llegó la ayuda”.
Transformación mental
Reconoce que todo el avance de la comunidad, además del apoyo de las agencias de cooperación, ha sido por la conformación de un liderazgo de venezolanos y colombianos. “En cada uno de los seis sectores en los cuales se subdivide la comunidad hay un líder que vigila por las necesidades de cada familia, todo en beneficio del bien común, es decir con exactitud hablamos de un proceso de integración, pues casi el 80 por ciento de las familias acá son migrantes venezolanos y colombianos retornados, alijunas y wayuu”.
Deja claro además que las ayudas no solo están delimitadas al asistencialismo, pues cita como ejemplo los proyectos emprendidos por el Programa de Alianzas para la Reconciliación, de Usaid, Acdi/Voca y la Corporación Minuto de Dios orientados a la transformación psicosocial y emprendimiento de negocios.
“Todas estas organizaciones han tomado la comunidad y también nos han brindado educación mental, nos han enseñado que nosotros también somos sujetos de derecho aquí en Colombia, las personas que han venido con deseos de trabajar, le han dado las herramientas, hace poco entregó Usaid, Acdivoca y Corporación Minuto de Dios un capital semilla a un grupo de personas para elaborar pan, artesanías, mochilas, durante ocho meses se les dio a estas personas una serie de talleres de emprendimiento, donde se les enseñó que si podían salir adelante, es decir que estas organizaciones desde que entraron a la comunidad, no solo se limitaron a ayudar con aportes materiales, sino además nos han dado una serie de talleres de cómo trabajar en integración y cambiar nuestra manera de pensar”.
Johana González es una joven wayuu y madre de una niña que decidió migrar a Colombia en el año 2017, vivía en un barrio llamado “Palo Negro” en la ciudad de Maracaibo, cuando decidió migrar a Colombia cuando ya no encontraba como sustentar sus necesidades.
Tengo ya tres años viviendo en este asentamiento, aquí he tenido la oportunidad de saber muchas cosas, nos han impartido varias actividades psicosociales y de emprendimiento, hago parte del comité de protección de niños y niñas de Save The Children y vigilamos que no ocurran casos de maltrato infantil o de abusos en nuestra comunidad”.
También refirió González que recibió capital semilla desde la Corporación Minuto de Dios en el área de artesanía, “me dieron hilo, piedrerías y agujas, con este material estamos elaborando mochilas, monederos en hilo, zarcillos, manillas, chinchorros, esto también iba acompañado de talleres psicosociales, esto nos ayudó a levantarnos de donde estábamos caídos, y pensar que sí podemos salir adelante”.
Johana González, artesana wayuu y habitante de La Bendición de Dios