Mujeres migrantes en la frontera colombo-venezolana es el conversatorio virtual que Estoy en la frontera desarrolló el pasado 8 de julio, a propósito de la situación de las mujeres venezolanas en Norte de Santander, Arauca y La Guajira: departamentos con características territoriales y poblacionales distintas; pero, en las que se repiten patrones de violencia hacia las mujeres venezolanas. Participaron Adriana Pérez Rodríguez, directora del Observatorio de Asuntos de Género de Norte de Santander; Gloria Patricia Vergara, directora técnica de la Asociación de Apoyo al Desarrollo (Apoyar) en Arauca; y, el contexto de La Guajira lo describió Karen Almanza Videz, docente e investigadora de la Universidad de La Guajira.
Las mujeres que llegan al departamento La Guajira, por lo general, lo hacen por las trochas (hay, al menos, 200 pasos irregulares) y no logran un estatus migratorio legal. La mayoría carga con sus hijos y tienen una doble responsabilidad: ser proveedoras y cuidar de sus críos, lo que las hace más vulnerables en un departamento, donde el más 40 por ciento de la población es rural, donde hay niveles altos de desecolarización y déficit de plazas de trabajo, pues la economía es, básicamente, informal. A esto se le suma el factor intercultural: las mujeres wayuu que retornan a su territorio ancestral del lado colombiano.
“Las mujeres que llegan acá, llegan a un departamento donde la crisis es multifactorial y es previa a la situación del éxodo de venezolanos”, recalca Almanza. “Pero, hay una connotación especial con las mujeres venezolanas: se les sexualiza; así, como ocurre con las mujeres colombianas en el extranjero. Se les señala con calificativos peyorativos, aun cuando las actividades que ejerzan sea vender café, comida o cualquier otra. Esta situación las hace aún más vulnerables, incluso, hay muchas que tienen que salir a trabajar con sus hijos. Muchas de ellas consiguen una relación sentimental con hombres que les ayuden económicamente; pero que, luego desencadenan otras realidades como la violencia de género o intrafamiliar”.
En los asentamientos, unos 20 aproximadamente, donde habitan las mujeres venezolanas en Maicao, Riohacha, Uribia –municipios fronterizos- no tienen servicios públicos, viven en ranchos hechos de bolsas plásticas, no cuentan con puestos de salud ni escuelas cerca.
Sin embargo, en La Guajira hay un despliegue importante de proyectos de la Cooperación internacional que abordan la atención psicosocial, alimentaria y de salud, ya que las instituciones del Estado no tienen el alcance para cubrir las necesidades de las poblaciones migrantes, retornada y de acogida, debido al alto índice de corrupción que hay en el departamento, contando la intervención en Salud que, apenas, cesó la semana pasada. Como lo comentó, en su intervención Adriana Pérez Rodríguez: “La Cooperación lleva lo que debe atender el Estado”.